No seas malagradecido con tu madre, esa mujer que te tiene harto, que se mete en tu vida. Algún día te la llevarás al cementerio y la vas a dejar ahí. No vas a poder verla nunca más. Ya no tendrá que destruirte la vida con regaños, consejos y limitaciones. Ahora sí podrás tener libertad de irte de fiesta, de regresar a la hora que te dé la gana. Ahora sí podrás faltar a clases las veces que quieras. Ahora sí podrás hacer lo que te dé la gana. Ya no tendrás esa enfadosa voz diciéndote que te portes bien. Y ojalá no vayas al panteón de hipócrita, gritándole fuerte: "Mamá, no te vayas. No me dejes aquí en este mundo solo, sola". Ojalá no grites "Mamá, no me dejes" porque cuando ese día llegue, no importa cuánto lo hagas, cuánto grites, no importa todo lo que supliques mirando al cielo. Mamá no va a regresar nunca más. Tu mamá no va a despertar nunca más. Ella se habrá ido para siempre. Y aunque grites muy alto y con todas las fuerzas de tu pecho, ella no va a regresar. Esa vieja a la que siempre renegabas, que te reclamaba por tu comportamiento porque quería que fueras una persona de bien, que te daba órdenes y te ponía horarios, no va a volver. Porque ese día, esa vieja enfadosa ya no la tendrás más. Tal vez no lo has pensado de esta forma. Vas a sufrir fuerte, pero tienes que escucharlo. Mamá pudo haber hecho lo mismo contigo: tirarte, abandonarte, no preocuparse por ti cuando estabas pequeño y en esa etapa donde eras vulnerable. Pero ella decidió cuidarte y darte todo su amor de forma incondicional. Decidió luchar contra todo pronóstico, contra la adversidad. Decidió luchar por ti en medio de la pobreza.
Por eso, por todo lo que ella hizo y hace por ti, no seas malagradecido con tu madre. Dale las cosas que necesita de verdad: comprensión, amor, respeto y honra. Mamá no necesita tener un hijo que la estrese, que le haga enojar todo el tiempo. Una persona que le respete y que valore su presencia. No te conviertas en ese tipo de hijo que luego está llorando frente a una lápida con los ojos llenos de lágrimas y el corazón inundado. Ojalá no seas un hijo malagradecido y valores todo lo que esa mujer hizo por ti. Que a veces tenía que caminar descalza para que tú uses tus zapatos. Esa mamá que decía llenarse a la hora de comer solo para que tú tuvieras la panza llena. Esa mamá que pedía fiado con vergüenza, pero hacía todo lo posible para conseguir lo que pudiera para que no te hiciera falta nada. Y aún así, tú seguías siendo ese hijo malagradecido.
Valora a tu madre. Pídele perdón 1000 veces, porque tú a ella no tienes nada que perdonarle. Ella fue guerrera y si estás vivo es porque ella estaba ahí contigo, noches de desvelo, noches de oraciones por tu vida. Honrar, amar y valorar a nuestra madre es un deber. Su sacrificio es la raíz de nuestra existencia y el cimiento de nuestro crecimiento. Cada lágrima derramada, cada suspiro contenido, son testimonios de su amor incondicional. Ser agradecido es reconocer su dedicación, su entrega. En cada gesto de cariño, en cada palabra de aliento, palpamos su generosidad. Ser un hijo agradecido no es solo un deber, es un privilegio que nos llena de amor y de gratitud. Dios les bendiga 🙏🫂
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